15/07/2007
Esta tarde  me encuentran tumbado sobre una cama del rocoso hotel Village Montana, en pleno Tignes. Miro por la ventana, mi mirada se pierde entre infinidad de picos alpinos,  sobre los que se va ocultando el último sol de la tarde. El cielo, rojizo, pare ce acurrucarse entre las laderas de esta cordillera que cada año logra sorprenderme.

Semejante vista contribuye a mejorar el estado anímico y acelerar el proceso de recuperación mientras se acerca la hora de la cena. El mundo esconde lugares preciosos, y éste –donde hace unos años mi hermana María y el que hoy es mi cuñado Fernando decidieron casarse- es uno de ellos. Lastima que para llegar a contemplar estas vistas aquí arriba tuviéramos que sufrir tanto sobre la bicicleta. Esta vez, al menos, me quedé satisfecho con mi trabajo. Provoque la primera escapada del día, pero el siguiente ataque, me cogió a contrapié y resultó el bueno. Bien es cierto que tampoco entró al principio Rasmussen, y luego terminó ganando la etapa y vestido de amarillo. Impresionante el danés.

Junto con Astarloza y Cárdenas, tratamos de reaccionar por detrás, pero sabíamos que la proeza era imposible. Por eso, tiró Ballan del pelotón y yo le tomé el relevo cuando nos cogieron: al no tener ninguna opción por delante, al menos debíamos hacer nuestra carrera por detrás.
 El buen aficionado, nunca se queja del espectáculo que podamos dar, pero el espectador de a pie seguro que no se aburrió. Los nombres que sonaban en Londres, aparecieron ayer en Tignes, en una etapa en la que se fue rápido y el calor era muy fuerte. Estoy convencido que la etapa de hoy va a haber mucha mella en más de uno, al que la jornada de descanso de mañana seguro que se le hace corta. A nosotros nos tocará pasarla en Tignes y procuraremos mantener lo horarios y hábitos de un día de carrera, con un entrenamiento liviano. Haremos unas dos hora, aunque, eso si, al final debamos subir de nuevo Tignes. Todo sea por la vistas que nos aguardarán arriba.