Bennati puso el punto de alegría que echaba en falta en los Campos Elíseos. Llegar a París en un Tour siempre es motivo de satisfacción y alegría, aunque este año era más un alivio. Lo que son las cosas: el italiano, que tuvo que buscar una fuga para lograr un triunfo de etapa, nos dio la segunda victoria en el escenario con mayor pedigrí para los velocistas.
El triunfo de Contador supone un paso más para un corredor muy bueno que lleva una trayectoria lógica. Comenzó ganando etapas en carreras pequeñas, luego en otras mayores, después en generales de vueltas pequeñas y este año se ha salido con la París-Niza y el Tour. Es uno de los nuevos exponentes del cambio generacional que se avecina, junto con los Luis León Sánchez, Barredo… Estos frutos son consecuencia del trabajo de cantera que en Euskadi se dio hace ya unos años con Abraham Olano, Unai Osa, David Etxebarria…, y que en el resto del Estado llegó después con Mancebo, Lastras, Sastre, Freire… En Euskadi se trabaja bien, pero también en otras comunidades.
La victoria de un español en el Tour nos debería abrir una puerta a la esperanza para un futuro mejor, pero para ello deberían quedar aparcadas las luchas de poder que tanto daño nos hacen.
Lo que hemos vivido en este Tour quita la ilusión al más iluso, entristece al más optimista, y a mí me ha dejado muy tocado. Como ciclista, nunca había estado tan mal psicológicamente. Anoche estaba ya en casa, porque no quería permanecer más tiempo en Francia. Ahora buscaré la tranquilidad, el silencio, mi gente, mis perros. Necesito reconciliarme conmigo mismo, porque en los últimos días estaba enfadado con todo el mundo, renegando de una situación que no merecen ni la afición, ni el propio ciclismo.