12/07/2007

Hace ya un buen rato que el sol se escondió tras los tejados de Autun. Son las 11 de la noche, y acabo de regresar al hotel después de un pequeño paseo con mi buen amigo Marzio Bruseghin, Bennati y Corioni. La etapa había sido muy estresante, y nos dejamos llevar por el silencio de la noche en la Borgoña francesa.

Autun es una de esas localidades que conserva con mimo su caprichoso casco medieval. Los adoquines, las casas de piedra, las torres, las iglesias..., todo invita al reposo. A la calma. A estirar el café en una de sus terrazas. De repente, guiados por una amena conversación, nos vimos delante del pórtico románico de la catedral, fechada entre los siglos XI y XII. Por supuesto, entramos. El interior era precioso. No soy practicante, pero sí me gusta visitar iglesias, ¡testigos ellas de tanta historia!. Nos llamaron la atención unas velas. Todas prendían, excepto una, que se había apagado. Pensé que alguna persona habría realizado una plegaria mientras la encendía, así que traté de encenderla por él. Pero no pude. Y me afané con ganas. Le retiré la cera alrededor de la mecha, pero nada. Ni yo ni mis compañeros dábamos crédito. Lo que ya no sé es si se cumpliría la petición que realizó aquel feligrés.

De regreso al hotel, lentamente, como contando los adoquines, Bennati aún seguía algo ensimismado por no haber podido ganar la etapa. Habíamos trabajado para él, pero no pudo rematar. Se quedó cerrado entre Pozzato y Freire, y no pudo abrir las puertas del triunfo. El italiano, acostumbrado a ganar, seguía pensando en la oportunidad que se le escapó. Le comenté que tendrá más oportunidades de triunfo, pero siempre recordará Autun como aquella meta borgoñesa en la que acarició el triunfo. Yo, en cambio, la guardaré en mi memoria, como el escenario idílico para un paseo después de cenar, sobre sus adoquines, bajo sus estrellas, entre sus calles con evidente huella románica.

El de anoche fue un tranquilo punto final para una jornada de enorme estrés, con continuos sube y bajas, curvas, repechos, bajadas, gravilla, caídas... Un sinfín de peligros, que no pudo sortear Vinokourov. Al contrario que la vela, Vino volverá a encenderse en este Tour.